Sus ojos me miraron detrás de aquella cortina enorme de pestañas, ¿Cómo podía nunca haberla visto antes? Mordió su labio inferior hasta tornarse blanquecino y retorció sus dedos en forma de nerviosismo, eso me hizo sonreír como un tonto pero antes de que yo pudiera decir algo, su cara cambio a disgustada, sus ojos brillaron a manera de desprecio. Quizá y con mucha razón, pues yo estaba invadiendo su espacio. Se dio la vuelta y fue a sentarse en la banca continúa. Yo me sentía extraño, en realidad lo que sentía era a ella por todas partes. Indiana. Su nombre me sabía a aire fresco apoderándose de mis sentidos. Una pena que yo no haya sido el chico apropiado para esta mujer. Cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loco por ella.