Laura Guzmán no era una chica muy afortunada, se podría decir. Siendo la hija del medio en una familia grande al sur de América, con pocas posibilidades en la alta sociedad gracias a su mala situación económica y sin amigos, además de sus hermanos. Sin embargo, la muchacha no era tonta; tenía una mente astuta que logró posicionarla. Ella sabía que aunque no contaba con mucho dinero, sí tenía otras cualidades que los magos apreciaban en cualquier persona: era bonita, sangre pura, encantadora si se lo proponía y nadie en Reino Unido conocía a su familia.
De todas formas, no se avergonzaba de sus raíces. Adoraba su hogar, nunca denigró a sus padres por no darle una vida millonaria; y contrario a lo que muchos magos y brujas creían, no necesitaba de demasiados lujos para ser feliz. Claro que, a veces sí deseaba tener un poco más de galeones en los bolsillos y darse los gustos que ella quisiera, pero estaba agradecida con el hecho de al menos poder probar bocado todos los días. Cuando llegó a Hogwarts logró sobrevivir entre las ligas mayores gracias a su encanto y cautivó a muchas personas importantes.
Pero entre todas esas personas, había un chico que se fijó en ella por algo mucho más profundo que el dinero, la belleza o la sangre. Sin darse cuenta, Laura atrajo la atención de Sirius Black. Él logró ver algo en ella que le encantó. Quizás era la forma en la que parecía reírse de los problemas, o cómo lo hacía feliz verla sonreír. Tal vez era su disposición a divertirse, o que les gustaban casi las mismas cosas. ¿Era porque le seguía la corriente cuando le coqueteaba? ¿Era por su forma tan intensa de ser y querer?
Sólo había algo de lo que Sirius estaba seguro: aquella chica lo había hechizado de una forma que ninguna otra logró. Ella era fuego, y definitivamente estaba encantadamente dispuesto a quemarse. Y ella... bueno, a ella le gustaban los chicos de cabello largo.