Anne debería de haberlo sabido, no debería de haber ido por ese callejón que parecía tan tentador a altas horas de la noche. Llegaba de un turno de noche y las ganas de dormir sobrepasaban sus ganas de vivir, así que no fue una sorpresa que a las dos de la mañana de un viernes se encontrara sangrando después de un encontronazo con un ladrón muy histérico. Oscuridad, vacío, el eco de algo que su mente no podía ni alcanzar a reconocer, un chasquido, un parpadeo de luz y Ann pasó de estar muy muerta a estar muy viva y confundida.