Siempre había tormenta en esa semana. Siempre. Era como un patrón, y Jin GuangYao guardaba el deseo no confesado de saber lo que ocultaban las nubes, los truenos y los rayos. Puede que se lo esperase a él, puede que no. En cualquier caso, le gustaba el tacto bajo sus dedos al sentirle estremecerse. Jiang WanYin buscaba consuelo, y él estaba dispuesto a dárselo. Al menos durante aquel tiempo de prórroga, hasta que la verdadera tempestad estallase sobre sus cabezas. Hasta entonces, ¿por qué no continuar con esa mentirijilla suya, esa en la que parecía que se querían?