Lo llamaremos Alex, a falta de un nombre propio. Porque en su cabeza no hay nada más que frío, miedo y confusión. A través de una solitaria carretera, con apenas algo de conciencia y con el mero ímpetu de avanzar, se adentra a los límites de Zacapria, un pueblo en ruinas, con habitantes insospechados (no todos ellos, humanos) que le ofrecerá, como carta de presentación, miedo, desolación y, para su sorpresa, mucho de aquel pasado que él mismo, no recuerda.
Bienvenidos a Zacapria.