Aine Hamilton era sin dudas una mujer a la que se debía temer.
No sólo porque era la hija de Thomas Hamilton, el temido hombre siniestro, sino porque ella era considerada una mujer mortal, amenazante y sin aparente temor a asesinar.
La hija mayor de los Hamilton se había entrenado durante años para ser respetada al nivel de todos sus camaradas, pero tan sólo por ser mujer, su padre la trataba diferente, no era igual que con sus hermanos, la protegía y no le permitía hacer misiones como las que llegaban a hacer Publio o Terry.
¡Lo que era peor! La mandaba a cuidar de un político, un hombre que seguro se había buscado los problemas en los que estaba y que, probablemente, en cuanto supiera que era mujer, la menospreciaría.
Definitivamente no lo permitiría, no le importaba tener que fingir ser un hombre para ser respetada por él y por cuanto se le pusiera en frente. Pero, algo que Aine no podía entender, era que, cuando estaba cerca de Harsen Svensson, toda ella se volvía lenta, tonta y cometía errores impensables que los obligaron a hacer más de una locura para no delatarse.
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