Steve Rogers, perdió su humanidad hace mucho tiempo, tanto que había olvidado lo que se sentía ser humano, pero había algo, o mejor dicho, alguien, a quien no podía olvidar de su tiempo como humano, su amado esposo, aun recordaba esos ojos castaños, viéndole con ilusión cada mañana, esa encantadora voz saludandolo -Hola, stiff, duermes mucho cariño, ya te extrañaba- y ese hermoso puchero que siempre iluminaba su rostro, el amor de su vida, de su vida mortal e inmortal.
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