Había escuchado que la sangre llama, pero, ¿Qué hay del corazón?
Ella era una mujer que invocaba casi a gritos, que imponía a pesar de su carácter maternal y dócil con sus subordinados, con la mayoría de personas que la rodeaban en realidad.
Su piel blanca, su cabello rojo, largo y abundante cayendo en coleta o trenza por su espalda, susurraba que lo tocasen, que lo conociesen. Toda ella lo hacía. Incitaba a caer viciada en su profundidad, aunque de forma serena.
Y yo, que ahora me daba cuenta que me distinguía tan poco, que había explorado tan poco de mí por estar tratando de huir de un pasado manchado, del que me recriminaba cada que podía; me dejé caer irremediablemente en su red. Por más que intentase lo contrario sucumbí a ese magnetismo que tejía sin darse por enterada a mí alrededor. Me fue imposible buscar una salida, un lugar para esconderme cuando sus hermosos ojos que le hacían honor a su nombre -sobre todo en días de verano- me enviaban a volar alto, me dejaban ver, desde la tierra el más hermoso cielo.
Quizá su magia era que no poseía uno, más bien, poseía mil: divinos, fugaces, coléricos, vivaces. Yo llegué a querer conocerlos todos y por qué no, perderme en cada uno de ellos.
Recordó las palabras del médico "lo encontraron casi muerto" "es un milagro", abrió lentamente sus ónix observando a la nada, él no debería estar vivo, no merecía estarlo, había hecho demasiado daño, era un asesino, un criminal, apretó su puño con frustración recordando aquella vez en su infancia cuando se lanzó al precipicio "nadie en verdad desea morir" no, él en verdad deseaba morir, tragó pesado sintiendo lágrimas caer de sus ojos y rodar por su mejilla, él debía morir ¿Por qué la vida se aferraba a mantenerlo en existencia?
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*Naruto y sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto*
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