PRÓLOGO
"Soy el desesperado, la palabra sin ecos, el que lo perdió todo, y el que todo lo
tuvo." (Pablo Neruda: Veinte poemas, VIII)
SUERTE DE ÁNGEL, a la vez luminoso y tétrico, amoroso y
rebelde, desesperado y ardoroso, Charles Baudelaire tuvo en su mundo y en el
mundo actual de la poesía un lugar preponderante. Llegó, lo ocupó y perdura
inmortal. Su labor poética fue completada por la prosa, la crítica y la
revelación en Francia de un precursor: su endemoniado y trágico, Edgar Poe.
Además su propia existencia fue una simbiosis sólo comparable con las de sus
próximos Rimbaud y Verlaine. En este volumen presentamos, sin la alteración que
hubiera impuesto un presuntuoso, irreverente y hasta diríamos agraviante
prurito versificador, casi en su totalidad, la que es su perdurable labor
poética. Como en anteriores circunstancias con Whitman, Rilke y Rimbaud,
vertimos ahora al castellano corriente sus divinas palabras, expresión de la
esencia poética suya. Lo otro, consecuencia de una obligada y servil adaptación
a la métrica, la rima y otras zarandajas del menester poético, además de
adocenado, habría resultado un agravio para nuestro poeta incomparable e
inimitable, a la vez que desleal actitud ante el lector. Se le brinda aquí,
pues, el verbo mas nunca la música sublime de Charles Baudelaire. Es, diríamos,
sólo la trama sobre la que urdió sus sinfonías perdurables.