-¿Qué vas a hacer conmigo ahora que estoy aquí? Los ojos de Lan Xichen seguían fijos en mí. -Nada. Haz lo que tú quieras. -Entonces, ¿no soy nuestro esclavo? -me atreví a preguntar. Hua Cheng se ahogó con el vino. Pero Lan Xichen no sonrió. -No tenemos esclavos. Disimulé el alivio de la tensión en el pecho. -¿Y qué hago con mi vida aquí, entonces? -insistí-. ¿Quieres que me gane..., que me gane lo que como? ¿Qué trabaje? -Si él no lo había pensado antes era una estupidez hacer esa pregunta, pero yo tenía... tenía que saber. Lan Xichen se puso tenso. -Lo que hagas con tu vida no es problema mío.