-Normalmente no te dejamos sola, Chris. -Esa es una vil mentira. -Yo no digo mentiras. -¿Quién se comió las galletas de Melanie ayer?- Pregunté. -Vale, eso no cuenta. Resoplé y seguí sollozando encerrada en el baño; después de un rato, escuché los pasos del chico detrás de la puerta, alejándose. Esta semana había sido una mierda; mi mejor amiga vivía ajena a mi dolor en su mundo rosado, el único chico al que había amado me había dejado y mis padres nunca me escuchaban. Se acercaba la Navidad y mis brazos ya tenían más resquebrajaduras que el árbol decorado que adornaba mi sala de estar. Me había obligado a vomitar por primera vez desde la muerte de mi hermana y mi sufrimiento ya tenía un rostro nuevo.
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