El ser humano está hecho para envidiar, al igual que amamos
el ser envidiados. Todos necesitan de un nombre para hacer de esa insignificante
y fantasmal persona el punto de mira de todos. Todos deseamos cosas que no están
al alcance de nuestra mano. Se me considera la típica chica con pensamientos
suicidas, la cual piensa que algún día puede llevar una bomba incrustada en su
pecho y hacer explotar de verdad a los que les odian. Y después de que pasasen
unos años para abandonar a cabezas huecas que habitan en esta ciudad de mierda,
llega justamente él. El típico pintillas famoso y guay del instituto que al
hacer la carrera de empresariales, se coloca fácilmente como jefe de una
multiempresa textil debido a que esta podrido de wons, porque tuvo la suerte de
nacer en una familia asquerosamente adinerada. Y luego está la servidora pobre
y maloliente, la cual solo se permite vivir en un apartamento de un solo piso,
con su hermano de diez años y sus padres propietarios de una cafetería y
restaurante familiar. Por supuesto yo también intervengo, después de no
encontrar un sucio trabajo de secretaria al terminar mis estudios. Y lo peor
llega cuando le veo ahí, con lo que sea que fuese esa mujer apestando a
perfume. Pero … ¿por qué no os relato esto desde otra perspectiva?