—Donna, Donnita ¿Qué debo hacer para tenerte entre mis sábanas? —Sonrió altanero. —Contratarme de sirvienta, o ejercitar tu cerebro ¿No te jode? —rodó los ojos —Serías una linda sirvienta—arqueó su ceja y sonrió nuevamente. Ella se dio la vuelta para dejarlo solo, su actitud arrogante le comenzaba a hartar, bastante. — ¡Espera Donna! —Gritó Martin. Donna se volteó y miró con una expresión de agobio. — ¿Puedo tener una cita contigo? Si quieres luego vamos a mi casa, tengo una cama muy cómoda y espaciosa. — ¡Ya basta, Martin! Te diré una cosa—ella miró enojada— Te daré 30 días, 30 jodidos días para enamorarme o hacer lo que se te dé la gana, si ganas puedes humillarme y todo lo que imagines, pero si pierdes debes alejarte y no volver a dirigirme la palabra, ¿Estás de acuerdo? Él arqueó una ceja y soltó una pequeña carcajada, la idea le agradaba. —Siempre gano las apuestas, primor—tendió su mano para sellar el trato. —30 días—recitaron ambos y apretaron sus manos.