No hay peor mentira que aquella que nos hacemos a nosotros mismos, puesto que desde el comienzo somos conscientes de que tarde o temprano estas emergen hasta la superficie. Existe un peso muerto con el que todos lidiamos: los famosos secretos. Aquellos por los que mentimos continuamente, aquellos que nos arrastran hacía la oscuridad. Maddie lo tiene muy en claro, sin embargo eso no la detendrá para fingir una y otra vez que su obsesión por llevarse bien con todo mundo no es solo la excusa para ocultar el insoportable dolor que siente cada noche antes de irse a la cama. Así que cuando Emma rechaza su amistad, Maddie se convence a sí misma de que el único motivo por el que quiere acercarse a ella es hacerle cambiar de opinión. «Esto no está mal, solo quiero ser su amiga» pese a que desde un principio supo que no era así. ...Y a veces las mentiras y los secretos caminan juntos, ideando una explosión que por muchas mentiras que se digan para intentar mantenerle en secreto acaba en un estallido de verdades que yacían ocultas.