Ishigami Senku no dejaba de mirarla en silencio. Y Kohaku sólo deseó que en ese instante el suelo se partiera en dos y se tragara a su molesto profesor de ciencias. O quizás que él combustionara espontáneamente, pero para su desgracia nada de eso sucedió; el suelo no se abrió ni los detectores de humo se encendieron. Definitivamente Senku estaba sonriéndole con diversión.