Todo estaba en silencio, éramos sólo ella y yo. Sus mejillas estaban ruborizadas, quería avanzar pero me era imposible, necesitaba de ella con desesperación pero tenía que esperar. Nos veíamos sin parar, su mirada me transmitía cierta tranquilidad y felicidad de una manera especial. No me hacía falta nada más que ella. Poco a poco se iba acercando a mí como yo a ella, noté ese miedo que iba creciendo en su mirada, tenía que confiar en mí, confiar que no iba a dañarla y que siempre iba a ser ella... la única especial.