No quería subir. Todo lo sabía. Todo. El miedo, la lágrima, el temblor, el dolor, la amargura, el odio; todo lo sabía. Que nadie hable de la soledad sin haber visto La Puerta. Yo la veo cada noche. Su aroma acre te envuelve agobiante; su visión diabólicamente pobre te hipnotiza en el conocimiento de tu desgracia; el silencio claustrofóbico te zarandea en su hábitat de tristeza... Que nadie me hable de la Soledad, yo he visto La Puerta.