Toda mi vida me sentí incomoda con mi forma de sentir las emociones. Mi mayor conflicto siempre fue ser demasiado sensible, lo supe sobre todo cuando descubrí que siento el doble que las demás personas, el dolor, el abandono, la pérdida de un ser querido, las inseguridades, los complejos, la soledad y la tristeza. Pero el verdadero descubrimiento fue cuando comencé a amar, porque siempre amaba a la persona incorrecta, siempre me enamoré de la peor opción, de esas personas que su carta de presentación es una advertencia. De esas que desde el momento uno que pones tus ojos sobre ellas sabes que te van a destrozar el corazón. Entonces empecé a contener lo que siento a guardarlo todo, para no ser intensa porque lo que aprendí es que la intensidad ahuyenta y cuando amas a alguien lo que menos quieres es que se aleje. Aunque para mi, la pérdida siempre ha sido inevitable. Este es mi pequeño frasco de emociones a punto de rebozar, creo que es tiempo de abrirlo y dejarlo salir todo.
Me metí en este juego de alto riesgo por una sola razón: salvar a mi hermano de una deuda que lo estaba consumiendo. Pero nada podía prepararme para lo que encontré al entrar en este mundo de apuestas y secretos. Mi hermano estaba allí, pero no estaba solo. Y entonces, mi corazón se detuvo al ver una cara que creía haber olvidado para siempre... la de mi ex pareja.