Acercó su rostro al mío lentamente y me susurró, con una voz ronca que me puso los pelos de punta : - Se acerca una tormenta y no creo que seas lo suficientemente fuerte como para resistirla. Se estaba alejando, mientras dibujaba una sonrisa petulante en sus labios, cuando - siguiéndole el juego - le arrebaté la dichosa botella de Jack Daniels de la mano y acerqué mi rostro al suyo como él había hecho anteriormente conmigo, fuí un pasó más allá y mordí suavemente el lóbulo de su oreja, para después susurrarle con voz impostada: Yo soy la tormenta. Y como dijo algún sabio por ahí: A veces un pecado es la entrada al paraíso...All Rights Reserved
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