Giselle Monroe era una chica dulce y con una sonrisa que volvía loco a más de uno. Pero todo cambió de una manera trágica, cuando después de una fiesta a la que ella convenció a sus padres para poder ir, al volver a su casa, todo estaba precintado, y esas cintas solo podían decir una cosa «Escena del crimen».  En ese momento, el corazón de Giselle, que latía a gran velocidad a causa de la adrenalina, se paralizó. Su cuerpo se quedó rígido, al ser conocedora del significado de esas cintas amarillas, que deseó arrancar de cuajo de su hogar, y pellizcarse la piel, pensando que todo era un simple sueño. Pero nada sucedió así. Todo el mundo le decía a Giselle que tuvo suerte de no haber estado en casa cuando la tragedia había tenido lugar. Ella solo podía mirar la casa, con los ojos llenos de lágrimas, y dejar fluir sus pensamientos. Y en ese mismo instante recordó sus últimas palabras, dirigidas a sus padres, había sido un simple "Gracias", no un “Te quiero” o un “Te amo”, si no un maldito “Gracias”. Y entonces, Giselle supo que ella no volvería a ser la misma después de ese 10 de julio de 2013. Obra corta presentada a los Premios Wattys de Pecados y Virtudes con el pecado: Lujuria.
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