Ocurrió hace ya varios años, pero hay días en los que recuerdo aquella historia como si hubiese sucedido ayer mismo. Ana y yo éramos tan solo unas niñas por aquel entonces. Inquietas, curiosas, sin sentido del peligro... En resumen, aventureras. Explorar lugares que todavía desconocíamos nos hacía sentir capaces de lograr cualquier cosa. Invencibles. Pero esa actitud tiene consecuencias. Tanto es así, que los sucesos de aquel verano fueron nuestra última aventura. Y estáis a punto de descubrir por qué.