En un mundo donde un zorro puede dar una orden, y una lechuza puede hacer que esa orden sea olvidada. Donde una serpiente puede vestirse de la piel de cualquiera, pero una mariposa puede hacer que ningún disfraz importe. Y donde un gato puede moverse a través de las líneas del tiempo, pero un Cuervo puede devorarle el alma engullendo sus ojos, y cortar de tajo todas sus posibilidades. En ese mundo hubo un chico que amó ciegamente a una chica porque creyó que ella no era uno de esos monstruos. Y luego vió como se convertía en el más temible de todos. Helena Candiani está desaparecida, y hay una enorme recompensa para el que traiga su cabeza. Lo único que se sabe de Deimos, es la sangrienta carnicería que deja ahí por donde pasa. Y Alan se ha convertido en la más grande atracción del Coliseo de las Bestias, a no ser claro, que decida entregar él mismo la cabeza del objeto de sus más grandes, y también más oscuras, pasiones. La Iglesia está decidida a recuperar su poder y poner orden, después de todo, no fue cosa fácil que tres de sus bestias cayeran en Hypnos, todas a la vez. Alan se alimentó por primera vez y perdió la razón y casi la vida, protegiendo el cuerpo frío que tenia en los brazos. El Hypnos de la serpiente Deimos lo llevó por un camino sin retorno. Y los ojos que se abrieron no fueron los negros y profundos de Helena Candiani, pero tampoco los amarillos y bestiales de el gato que se hacía llamar Alondra. El Cuervo hizo su movimiento en el tablero, y ha coronado a una reina: La reina de las manecillas.