- ¿Q-qué es exactamente lo que eres? -preguntó el guardia desde el umbral de la puerta. El pelinegro de ojos miel y destellos blancos lo miró con una sonrisa socarrona. Tomó el puñal e hizo una pequeña incisión en su muñeca. - ¿Crees que sois los únicos Hijos de la Luna? -con los dedos índice y corazón de la otra mano tomó la tímida sangre que amenazaba con brotar y la elevó al cielo, justo donde se encontraba con la figura del astro y susurró- 𝘓𝘶𝘯𝘢𝘮 𝘷𝘰𝘵𝘶𝘮: 𝘓𝘪𝘣𝘪𝘵𝘪𝘯𝘢. Justo al momento de recitar aquellas palabras, la sangre empezó a ser iluminada por un haz de luz pálido y el mundo pareció detenerse. El guardia, quien desde siempre había mirado con desprecio a las demás especies, parecía sentir miedo por primera vez en su larga vida. Las estrellas comenzaron a brillar y tintinear con efusividad. - No creas que pasarás desapercibido para él -sentenció antes de que las constelaciones dibujaran una mujer con un arco apuntándolo. El joven juntó sus dedos con su palma y la cuerda de estrellas se destensó. Una flecha se disparó y, como si de una estrella fugaz se tratase, viajó e impactó con el guardia, fundiendo su cuerpo con la magia de la Luna y creando un dibujo de un árbol emergiendo para luego desaparecer en polvo de luz. - Pues claro que no, al final, mi 𝙨𝙖𝙣𝙜𝙧𝙚 𝙚𝙨 𝙙𝙚 𝙡𝙪𝙣𝙖...All Rights Reserved
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