Las personas encuentran distintas formas de deshacerse de ciertos sentimientos o pensamientos, incluso recuerdos o impulsos. Unos fuman, otros beben, se drogan, tienen sexo, se autolesionan... entre otras cosas, sin embargo, nuestra pequeña Dasha Grotvick (y solo digo lo de pequeña por la manera en la que se siente en este tremendo mundo al que le ha tocado enfrentarse) encontró refugio en el papel y las letras pero no es la lectura lo que la apacigua sino el escribir. Así, en compañía del papel y pluma, encontró lo que nada más le dio, encontró un amigo fiel y sincero que no le reclama y le deja reflexionar. Puesto que esta segura de que nadie le leerá nunca, se desvive mientras escribe con los sentimientos a flor de piel, lo mismo con lágrimas en los ojos que con un rechinar de dientes, así con desdén o pasión desenfrenada, por la mañana o a mitad de la noche...
Dasha Grotvick, un manojo de sentimientos desenfrenados, una mente tan ruidosa que a veces le es imposible escuchar su propia voz o conciliar el sueño después de un tremendo día... una niña que desde los catorce años transmite sentimientos y pensamientos a través del papel, una niña que en un esfuerzo por librarse de sus demonios internos va dejando un poco de sí en cada palabra intentando de esta manera hacer sus días más soportables.
Una noche en Las Vegas cambia la vida de Nailea, cuando despierta casada con Alex Milani, un carismático piloto de Fórmula 1.
Lo que comienza como una farsa para evitar un escándalo mediático pronto se convierte en un torbellino de emociones, atracción y secretos.
Entre el brillo de los eventos de alto perfil y las sombras del pasado, Nailea y Alex deberán enfrentarse a sus diferencias y a una conexión inesperada que podría unirlos... o romperlos para siempre.