El dinero y el poder lo pueden todo, ¿no?
Eso creían ellos, que podían afrontar cualquier situación tortuosa utilizando solo sus apellidos, y las valiosas mascaras que se habían esmerado en mantener a lo largo de los años.
Pero llega un punto sin retorno, en donde el dolor, la furia, la culpa, la decepción, la soledad, y el desconsuelo, los ahoga, pedazo por pedazo, sin piedad o compasión. Y no les queda otra opción que quedarse ahí y aguantar cada golpe sin protestar, porque un solo movimiento en falso lo puede derrumbar todo, dejando ruina a su paso.
En eso se han convertido: piezas rotas, sin arreglo.
Pedazos destrozados.
Fragmentados.