Provengo de un pueblo pequeño llamado Yumew, donde siempre todo es igual, todos trabajan, se saludan -porque todas aquí se conocen-, la mayoría desayuna en la cafetería local, se celebran las fiestas de navidad con un pequeño parque de luces y una fiesta donde se elige a la « reina de navidad» , el punto es que todo allá es monótono, nada cambia, cada año es lo mismo.
La excepción era una sola cosa... El chico de las pinturas.
¿Quién es?
-Hasta yo quería saber.
Así lo nombre yo, porque cada vez que empieza una estación para dar finalidad a otra, lo encuentras sentado en el muelle Brenom, en ese banco antiguo, mirando el mar, con esa tranquilidad que te provoca querer mirarlo por horas a ver si también se te pega esa paz absoluta que lo rodea. Siempre se sentaba con un cuadro al frente pintando la misma imagen de cada día, pero en su mayoría con detalles y climas diferentes. Era mágico como se contrastaba cada pintura, con detalles extremadamente profesionales.
Era un tipo de arte que nunca había conocido, muy singular como ninguno, y la verdad era que ni quien manejaba el arte de pintar en óleo podía mover sus pinceles como este chico lo hacía, como si hubiera nacido pintando.
Pero todo cambió. Los días de trote de la universidad hasta el muelle, fueron sustituidas por un banco inhabitado y un vacío en el clima normalmente tempestuoso de Yumew.
Años después lo volví a ver, el chico de las pinturas convertido en todo lo que quería, pero no podía tener.
Fecha de inicio: 27/02/23