Natasha Romanoff y Wanda Maximoff. No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes y actitudes contrarias. Wanda era dueña de sí misma, Natasha una chica insegura. Sus manos parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar una con otra, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección. Natasha era su pequeña. Esta historia no me pertenece, todos los derechos al autor original.