Tras perder la guerra, Rhada, el último Drakán de la tribu de los dragones, fue tomado como botín y arrastrado bajo cadenas a los perfumados aposentos del caprichoso heredero del reino de Rosalles; Nethery Devhankur. Un enmascarado príncipe que olía como flores silvestres y fruta madura, que miraba como un halcón lastimado y se movía como una serpiente hambrienta.Y en un reino corrompido por la codicia y la sed de poder, donde la subordinación era el peor de los crímenes y el acero su castigo, un reino donde los que ostentaban el trono cubrían sus rostros con máscaras y sus intenciones con seda y oro, el Drakán juró que pintaría los suelos de pulcra gravilla con la sangre de quienes le habían arrebatado sus tierras, su pueblo, su vida. Un beso ensangrentado con Nethery, la simiente del reino de Rosalles, selló su promesa
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