Si bien, Tsukishima Kei no era la persona más expresiva del mundo, tampoco podíamos negar que en algunos momentos (tal vez muy cortos) se dejaba llevar por la melodía de la música y se liberaba de aquellos sentimientos que ocultaba... bueno, eso creía. Creía que solo la música lo hacía sentir así, creía que solo podía confiar en la música para expresarse, hasta que cierto pecoso (muy entrometido para su gusto) se apodera de su corazón como si fuese dueño de este. Ocurrirán cosas que marcarán la historia de ambos, pero ¿podrán terminar de escribirla juntos?