Vivía en Exilles. Una ciudad poco conocida pero perfecta para cometer pecados y ocultarlos ya que la ley en Exilles, no existía y el peligro se sentía mientras caminabas por la calle. El mundo se había convertido en una cacería. Los depredadores sexuales, mafiosos y monstruos con sed de sangre, nunca se iban, estaban ahí, entre caras amistosas, ocultas en las sombras de la noche, al acecho, en la búsqueda constante de nuestras debilidades para destruirnos y quitarnos la esperanza de ver el sol brillar.