ECOS INDÓMITOS

Miro el teléfono con el ceño fruncido. El silencio, molesto e intrusivo, se enreda en mi estómago. Algo está mal. Con un gesto firme desbloqueo el dispositivo y abro los mensajes, enfrentándome a lo que, por conveniencia, había decidido evitar.

"Elara, contesta el maldito teléfono."

"Si no contestas, te vas a arrepentir."

"No tienes una idea de lo que realmente ocurre."

"Aun así solo por no contestar recibirás un castigo"

"vas a alucinar ."

" Mas te vale que me recibas pequeña."

Dejé de leer los mensajes al sentir los insistentes golpes en la puerta. Sonreí con una ligera malicia al reconocer quién estaba ahí. Vaya, realmente parecía desesperado por enfrentarme y aceptar la inevitable verdad que lo envolvía. Ya sabía que había caído en mis manos y, por supuesto, no había forma de retroceder.

_¡Elara! Abre la maldita puerta, ¡es hora de que me enfrentes!...