Cuando una bomba detona, cualquiera que este cerca estalla con ella, convirtiéndose en millones de partículas esparcidas por el aire. Una rosada bruma recubre el ambiente, delicada letalidad, muerte y sangre.
Si bien siempre me he considerado una fanática de las novelas clásicas y románticas, la agridulce perdida tiene algo de poesía en sus letras. Sin embargo jamás había vivido algo emocionante, mi vida era normal, felicidad, e interacciones promedio. Nada espectacular, no era alguna relegada social pero tampoco tenía un brillo definido. Yo era una chica común. Pero todo eso se fue.
Todo comenzó con un sueño, cada noche soñaba con aquel rostro afilado pero con facciones duras. Me gustaba la fragilidad de sus cálidos ojos ámbar, pero siempre eran sueños tenues, a veces solía escucharlo, y un día me extendió su mano, ese día mi sueño me consumió, y me cubrió por completo. El sueño se volvió nítido y palpitante, mi sueño se volvió mi nueva realidad.
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-He esperado mucho por ti, te he buscado dentro de muchos sueños.- sonrío mí ahora real sujeto, aquel muchacho de ojos ámbar.
-No sé quién eres, ni donde estoy, ¿dónde estoy? ¿Quién eres?
-Has venido a mi, porque nuestro destino es mucho más grande que lo que llegaremos a sentir el uno por el otro, tendremos que cumplir un papel, como todos en este sueño.- contestó de manera dura, pero esa frialdad en sus palabras no llegaban del todo a sus ojos.
-Esto sigue siendo un sueño? Sigo dormida?
-No, ahora empiezas a vivir.- pronunció cada palabra con pesadez.- Pero tendremos que salir de aquí si queremos recuperar lo que estamos a punto de perder.
-Perder?
-Perder y Perdernos, y yo no estoy dispuesto a volver a perderte.- Tomo mi mano.
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Espero que les guste mi pequeño bebé que por fin he decidido mostrar.
-Quién no se arriesga no gana, quien no se atreve a echar a andar su sueño quizá nunca lo vea despeg