Abrir los ojos tan abruptamente luego de una vida entera llena de mentiras es un golpe, tan fuerte como para tirarte al piso con la única opción de quedarse ahí, a brazos y piernas extendidos, divisando el sufrimiento propio reflejado en el tenue y sutil movimiento de las nubes, cerrando los ojos, perdiéndose en las dudas y el odio, si entender la necesidad de lo sucedido, sin embargo, con el paso del tiempo las excusas van perdiendo valor y solo queda el deseo de devolver las cosas con el doble de poder, el juego no ha terminado, de hecho, acaba de empezar, no tienen idea del monstruo que despertaron, tan peligroso que lo habían mantenido escondido a plena vista. Todavía falta regresar el siguiente golpe, uno del que ninguno se va a recuperar. Esto es una deuda pendiente por pagar.