No era un príncipe pero tampoco era algo muy distinto, era mucho más joven y mucho más impresionable la vez que lo conocí pero se sigue sintiendo igual. Su pelo largo y brillante, blanco como las perlas de la isla Watatsumi, flotando por el aire con su caminar como si la gravedad se postrara ante él dejando que el tiempo se detuviera a su alrededor, hasta el aire se sentía distinto, más húmedo y sofocante, pero me encantaba esa atmósfera que se daba cuando lo veía caminar por los pasillos de la mansión, sentir acelerado el pulso y escaso el aire, le dejaría que lo robara todo de mis pulmones con tal de una mira suya.