Aria Winter estaba sola, en medio del enorme estado de California en la ciudad de los Ángeles, sin ningún familiar al que llamar para su cumpleaños o pasar la navidad. No por eso quería decir que estuviera triste, ella había tomado la decisión de dejar de amargarse, decidió ser feliz; después de todo, no puedes extrañar algo que nunca tuviste. Y aunque a los ojos físicos estaba sola, desde hace siete años que sabe que no lo está desde el alma. "Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo." Una promesa que nunca dejó de cumplirse y ella agradecía todos los días por haberlo descubierto. Aún así Aria tenía un sueño. Canadá, un precioso país helado por aquellas épocas, perfecto para una buena foto navideña pero ese no era el único motivo por el que lo soñaba visitar desde que tenía seis años. Y finalmente había llegado la oportunidad, una rifa, un premio y buenos amigos. Esas fueron las bendiciones que recibió para poder subirse a ese avión sin saber lo que le esperaba. Sin saber que aún no había comprendido del todo lo que quieren decir cuando dicen que los pensamientos de Dios son más grandes que los nuestros y que lo comprendería por completo la primera madrugada que pisó aquella parte de Norteamérica, la misma en la que escuchó la voz de Liam Kringle por primera vez.
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