Era un engaño, cada palabra, cada gesto y cada mirada que él me dirigía, era claramente una artimaña para conseguir un propósito que yo aun desconocía. Por alguna razón parecía querer tratarme bien, ayudarme. Lo que no descubría es por qué. - No entiendo qué quieres de mí - acabé interrumpiendo el incómodo silencio que se había formado a nuestro alrededor, y esa era la pregunta que llevaba horas rondando mi mente mientras él se la había pasado mirándome con sus ojos verde esmeralda. - A ti - contestó con simpleza y seguridad mientras delicadamente acariciaba el dorso de mi mano - Te he estado esperando mucho tiempo - afirmó como si esa fuera la solución a todos mis problemas y dudas, pero yo solo me confundía más y más con cada palabra que salía de su boca. Era incapaz de ver en él esas intenciones ocultas que todos poseían, quizás por ser muy buen mentiroso, o tal vez porque realmente estaba siendo sincero. - Pero estoy rota - aclaré bajando la mirada a mis demacradas rodillas que se encontraban con una venda que antes era blanca pero que ahora tenía algunos manchones de sangre seca - Y nadie quiere un juguete roto, con el que no puede jugar - mi voz salía entrecortada y sin fuerza, como si diciendo esas palabras hubiera aceptado finalmente mi miserable realidad. MRS