Dos entes, dos cuerpos que se encuentran y se dejan.
Dos almas que se buscan sin saberlo, que se atraen, que se cruzan.
Dos eternidades que quieren hacerse una, pero la vida y sus inclemencias podrían no estar de acuerdo en su enlace.
Briana espera, espera sin ser muy consciente de ello un amor que la consuma por completo, como lo hizo su pasión por el arte, y cuando lo encuentra queda anclada a ese dulce a la vez que tortuoso recuerdo.
Elena vibra en un halo de entrega y pasión, una que puede consumir a quien se cruce con esta, una que a su vez la hace precipitarse a una vida que se ensalsa en poner a los demás antes que a ella, que a su felicidad.
Estas son dos almas, dos cuerpos etéreos que están destinado a ser, a estar, aquello puede jurarlo hasta Dios, sin embargo el camino es algo oscuro, dominado por sombras y es posible que se pierdan en sus lúgubres atajos.
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.