Sin él, todo era oscuridad. Sin él, su corazón no latía igual, ya no brillaba más. Su corona era dulce, brillante como el sol. Su padre implacable, arrollador como el mar. Su madre era presa y no parecía tener lugar. Si no volvía a saber de él, estaría completamente perdida, necesitaba volver a mirar sus ojos, quería dejar de sentirse vacía; no soportaba aquella melancolía, era una tortura escuchar a los súbditos susurrar esas falsas alabanzas; estaba harta de fingir ser feliz gobernando un reino sin esperanzas.