Leah se mudo a otra ciudad con sus dos mejores amigos, el pueblo en el que vivía era una completa mierda y necesitaba irse de allí, había Sufrido tanto en aquel sitio, que necesitaba rehacer de nuevo su vida.
Ella pensó que al mudarse podría hacer nuevos amigos y enfocarse en la carrera que había elegido dejando de lado todo por lo que por fin decidió alejarse. Pero las cosas no salieron como lo planeaba en ninguno de los sentidos.
Jayden llevaba tres años en la facultad de medicina, tenia muchos amigos, dinero, chicas y a una madre que le daba todo lo que quería. Pero le faltaba algo, desde niño había sentido el amor de la gente que lo rodeaba, pero el nunca había sentido el calor que le brindaba amar a alguien.
Jayden era tan rencoroso, que le era imposible no guardarse el odio que tenía en el, había hecho tantas estupideces, había herido a tanta gente que lo único que podía hacer para ayudarlas y ayudarse era meterse en la carrera de medicina. Para poder sentirse mejor con el mismo.
Y después de todo, Leah y Jayden serán el trozo que le faltó a cada uno durante mucho tiempo pero las promesas que se hicieron con los dedos cruzados, uno de los dos las rompería.
Porque hay dos maneras de tener los dedos cruzados, una, para pedir deseos que se hagan realidad y dos para no cumplir aquello que se haya prometido.
Abbie tiene un problema y la solución está en la puerta de al lado.
¡Ella no ha hecho nada malo! Sin embargo, su excompañera de hermandad la ha puesto en un aprieto en donde su futuro universitario pende de un hilo.
Con el tiempo corriendo, pánico y una mejor amiga experta en dar soluciones, Abbie explora las opciones, pero no tarda en darse cuenta de que Damiano, el frío jugador de hockey y su ceñudo compañero de piso, es la respuesta.