Rubén es un experto en eso de jugar con las personas. No le importan los sentimientos de los demás, solo su juego. O por lo menos, eso pensaba antes de ver brillar aquellos orbes color negro intenso. Antes de ver aquella hermosa sonrisa en la cara del pelinegro. Antes de conocer a Miguel. “Y es que verdaderamente, lo que empieza jugando, acaba gustando”- Pensé sarcásticamente. - “O en mi caso, enamorando”.