En su pequeño Edén, mordiendo la manzana en los labios del otro, abrazando con ganas el pecado que significaba estar juntos. El pecado de amarse con su propia locura y cordura a la vez. No podían, no tendrían que estar juntos, el simple hecho de amarse estaba condenado a ojos cerrados. Amarse al punto de entregar su corazón, su cuerpo y su paz al otro. ~•~•~•~•~•~•~•~•~• Ni los personajes ni la imagen de la portada me pertenece, créditos a sus respectivos autores