Escapo sin parar, huyendo de todo y todos. Los secretos salieron a la luz y el asesino ya está cerca. Todo pecador está por pagar. No hay salvación, ni siquiera huyendo y yo también pequé, aún así lo sigo intentando. Me doy cuenta que todo acabó cuando siento su respiración en mi cuello y sus labios susurrando lentamente: -Te atrapé, corderito, es hora de terminar el juego...
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