Calor de Hogar

Los veranos en casa de los abuelos siempre parecían un gran plan, los inviernos y las fiestas decembrinas algo imposible de olvidar.
Llegaban personas con el paso de los años, que como miembros de esta familia se sumaban, para dar espacio a nuevos momentos que la vida nos llenaban.
Quienes vivimos lejos de parte de nuestra familia como yo, anhelábamos el paso de los días para poder reencontrarnos con las risas, abrazos y esperanzas que toda la familia nos brindaba.
Apenas se acercaba el cumpleaños del abuelo o de la abuela y sabíamos que las fiestas se avecinaban.
Los años pasan y ahora cada estación no es igual, pues tenemos las sillas vacías que ocupaban los que hoy ya no están. Sin embargo, quienes seguimos aquí nos encargamos de contar a los más recientes miembros muchas de las aventuras que nos eran contadas por los abuelos y tíos con gran ilusión.
Y nos dejaban pensando en la gran lección: aquella enseñanza sobre la que con el tiempo fuimos aprendiendo, que en esta vida lo importante no son las cosas que tenemos, sino que el regalo más grande son los momentos que pasamos y cómo todo aquello formó buena parte de lo que terminamos siendo.
Ahora todo es diferente, ha llegado el día en que crecimos y nos dimos cuenta de que es nuestro turno de inspirar con nuestras historias a los más pequeños y encender en ellos la motivación para cumplir sus más grandes sueños.
Brindemos por aquellos instantes que nos hicieron imaginar, por las personas que nos motivaron y los sueños cumplidos con los que sentimos eso que la familia nos brinda: el calor de hogar.