Crecer rodeada de cerdos, viejos verdes, violadores, torturadores, sicarios y mafiosos, no fue algo que escogí. Nunca lo pedí, pero lo obtuve, y heme aqui soportando el peso de vivir entre ellos. La vida de las personas puede cambiar tan drásticamente de la noche a la mañana, sin esperarlo, sin desearlo. Pero sucede. Esa es una de las grandes mierdas que tenemos que sobrevivir a esta dirección llamada vida. Para vivir, debes tener ganas de vivir, cuando no tienes, pierdes esa conexión, ese rumbo, ese camino.
Solo quedas mirando un horizonte vacío, esperando otra tragedia que podría sucederle a tu miserable y asquerosa vida, simplemente rezando, que sea lo que esté allá arriba, se apiade de ti para que llegue alguien y tenga piedad, asco, tristeza o en uno de los mejores casos lástima.
¿Yo? yo perdí todas mis ganas absolutas de vivir, pero, decidí que en vez de esperar de que algo misericordioso baje y se apiade de mi y mi asquerosa existencia, debía levantarme, porque sentir lástima, asco o tristeza, no era algo que yo pudiera sentir.
No, yo prefería manejar mi puta vida a mi antojo y a todos los que están en ella mediante el miedo, el miedo es mucho más poderoso que la lástima.
Y así, te contaré cómo todo se fue a la mierda
Un adolescente se enfrenta a un evento catastrófico que amenaza a la población mundial, y mientras lidia con sus emociones y tragedias personales, reflexiona sobre su humanidad.
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Me había considerado un humano toda mi vida, ninguna otra cosa me pasó por la cabeza, ni siquiera una vez.
Nací en un matrimonio disfuncional, que me gustaría decir, se convirtió en una familia disfuncional, pero no creo que dos conformen una familia. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía cuatro años. Mi relación con mi padre era casi inexistente. Cuando llegaba el momento de vernos, él me usaba como niñera para los dos hijos que tuvo con su segunda esposa. No estoy diciendo que mi relación con mi madre fuese mejor, pero al menos ella no tuvo más hijos. Mi madre siempre tuvo un carácter débil, no podía respetarla, nunca se defendió a sí misma, incluso cuando murió. Cuando murió, estaba de rodillas, me abrazó intentando protegerme y me pidió que cerrara los ojos, pero yo no tenía miedo, yo quería ver.