Venetia vuelve a su hogar luego de dos años en recuperación y tras la muerte de su padre, quien ha dejado dispuesto en su testamento que ella se reintegre a la familia Brighton; sin embargo, su vuelta a casa no solo trae desprecio y discordia, también el recuerdo de sus peores pesadillas y la tentación misma enfundada en un traje perfecto y con unos ojos verdes que hipnotizan cual serpiente del Edén.
Sabe que no debe mirarlo, que es prohibido, pero no puede evitarlo. Piensa en él cada día desde hace dos años; se excita con verlo, lo desea por encima de todo.
Cuando cree que nada pasará en su vida, se da cuenta de lo equivocada que está al verlo en su habitación, a oscuras, masturbándose fuerte con las bragas que esa mañana dejó en el cesto de ropa sucia; musitando su nombre en medio de gemidos.
Desde esa noche, Venetia, supo que acabaría adentrándose en el peligroso, pecaminoso y prohibido infierno de ese hombre.
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.