Cuando le devolvió el móvil, Aizawa se quedó mirando a Yamada fijamente. Su amigo y compañero tenía esa expresión en la cara, suave y vulnerable y esperanzada, que solo le veía cuando quería algo de verdad. Yamada no era una persona caprichosa, aunque fuera tan insistente que rayaba lo impertinente cuando quería que cenaran juntos o salieran a tomar algo; nunca pedía nada para él. Pero a veces, solo a veces, había algo que deseaba con todas sus fuerzas y entonces, solo entonces, se quedaba en silencio. Aizawa siempre había sido un blando cuando Yamada se quedaba en silencio.
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