Un día conoces a tu todo. El todo que te hace soñar. Que convierte tus lunes por la mañana en sábados por la tarde. Esa persona con la que no tienes secretos, por la que andarías miles de kilómetros pero a su lado. Que aunque se vaya y pasen mil personas más por tu vida, nadie puede remplazarla, nadie te hace temblar igual. Y pase el tiempo que pase, la recuerdas. Tu cabeza la recuerda y tu corazón no piensa en otra cosa. Decidí echarte de menos e intentar dejarte ir. Lo intentaba hasta tal punto que las palabras se me atragantaban formando un maldito nudo en mi garganta. Necesitaba gritar y soltarlo todo. Soltarte a tí. Porque por mucho tiempo que permaneciese en silencio, seguiría pensándote. Porque al final... Dos corazones que se han amado y han acabado rotos, vuelven a su punto de partida. Dos pechos vacíos, dos personas desconocidas y miles de recuerdos en común. Eso éramos nosotros. Perfectos desconocidos que amaron el mismo error.