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El olor a lavanda y madera, los pasillos desolados y pulcros, las luces tenues y el ambiente oscuro, todo se podrĂa considerar parte de mi adolescencia, porque asĂ fue.
Pero sĂłlo habĂa destellos de recuerdos, no habĂa nostalgia, tampoco temor, sĂłlo ira, una ferviente y creciente ira, que desde el momento en el que tuve un pie fuera, supe que yo iba a regresar, no era cuestiĂłn de Ă©l por quĂ©, sino de cuĂĄndo.
Ya no tengo a quién regresar, ya no tengo a nadie, todos tienen un recuerdo perpetuo de lo que soy, porque, por mås que yo "sepa" que todo lo que hice, fue en defensa.
La realidad, sin peros o contextos, es la que es. MatĂ© a su madre, casi la matĂł a ella y a Ă©l. Nunca confĂe en ti, y aunque tengo la razĂłn. De quĂ© me sirve saberlo si yo ya soy libre, y ellos siguen siendo sĂłlo deshechables, unas simples marionetas.
Y aĂșn despuĂ©s de todo... regresĂ©, para que tengas el recuerdo de; quiĂ©n menos creĂas serĂa capaz, serĂa tu peor pesadillas.
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