Durante 8 años Amaya se martirizo y ató a un amor, el cual jamás iba a dar frutos. Creyendo haber conocido al amor de su vida que claramente no lo sería jamás se convenció de que algo estaba mal y no era ese amor de chocolate que todos decían. Por miedo de perder aquella sensación y obsesión que se había desvanecido hace años, y por nunca ser sincera ante si misma cometió el mayor error de su vida. Tratar de ser feliz cuando nunca lo sería.