Era una vana esperanza la mía al pensar que todo lo bueno algún día iba a ser eterno. Era obvio que tenía que terminar. ¿Pero, por qué así? Habías sufrido tanto, no te dejabas querer por miedo a que un día desapareciera y terminaste desapareciendo tú... Al despertar, ya no estabas. Te fuiste sin despedirte llevándote mi alma contigo y ahora me quedé sin nada. Nada. Dejaste aquí a un pobre cuerpo sin alma sobreviviendo con tu vano recuerdo, que poco a poco va olvidando lo bonito que era tu nombre. Y no sé qué hacer el día que dejes de ser parte de mi memoria.